viernes, 6 de enero de 2017

El heroísmo de la debilidad

Fotograma de la adaptación cinematografía de "Muerte en Venecia" dirigida por  Luchino Visconti 


Cada desgracia y cada sentimiento que pertenecen a la vida de las personas forjan nuestro camino hacia la nada. El anonimato es el fin último de la existencia; y de esa forma aquella persona que piense en su propia conciencia reconocerá su insignificancia. La fragilidad del mundo, el caos, la peste y el conocimiento pleno de perder lo único que da sentido a tu vida sobrepasa cualquier logro, cualquier delirio de grandeza. Porque el hombre que reconoce sus debilidades se entrega, con encarecida furia e inocencia, a aquel objeto que considere sacro. que vea más allá de sí mismo.


El final de La muerte en Venecia está cargado de una cantidad de detalles que como lector me han producido ciertas inquietudes. Más allá de un relato onírico e intelectual de un hombre que describe a un niño, vemos una relación mitológica entre un humano alabando a su divinidad. Tal es la devoción del personaje principal que prefiere morir, antes de tener que vivir sin la sacra presencia de su sujeto idealizado. “Y un sentimiento paternal, el sentimiento del que se sacrifica en espíritu al culto de lo bello, por aquello que posee belleza, llenaba y conmovía su corazón”. Las personas se dejan dominar por sus propias idealizaciones hasta caer en locura.


Un hombre camina por la playa, se sienta y mira como la imagen de la perfección se detiene a mirarlo. De repente, los ojos del narrador se posan sobre el observado, quien contempla la muerte de su vigilante. El caos de una ciudad a punto de derrumbarse es el marco perfecto para retratar una obra inconclusa. Al final, cae en la playa y desaparece. Mann, como los grandes poetas, logra explorar los confines de las emociones humanas hasta encontrar sus límites en los juicios de la moralidad; en sus propios temores. Incluso, nos plantea la relación codependiente entre locura y moral, directamente nos pregunta sobre “la decisión moral, más allá de todo saber, de todo conocimiento disolvente y apático, ¿no significa al mismo tiempo una simplificación moral del mundo y del alma, y, por consiguiente, una propensión al mal, a lo prohibido, a lo moralmente prohibido?” La moralidad del ser humano como causante de sus propias debilidades.  


La contraposición entre belleza y locura; conocimiento e inocencia; vejez y juventud, logran retratar a un hombre presa de su rutina. Hoy, cuando pienso en lo que acabo de leer, no deja de atormentarme la idea del hombre débil que deja de existir en un momento tan efímero y repentino como la muerte de cualquiera. Perdiéndose, junto con su propia conciencia, todos los miedos y las angustias que lo definieron como humano.

¿Un héroe, un cobarde o un enfermo? Eso depende de quien juzgue a los personajes, eso depende del nuevo observador que mire el ángulo de esta historia desde la zona que considere más conveniente; desde su propia decisión moral. Para mí, este retrato de la debilidad del ser humano, es suficiente para convencerme de lo cruel que puede ser la conciencia de la mera existencia; como el conocimiento marca el camino hacia la nada, pero al fin y al cabo, el autor declara a “la nada” como una forma de la perfección (o tal vez la única). Entonces somos seres débiles en constante lucha, intentando vencer nuestros temores, intentando entender el final de nuestro propio camino “(...) Considerando estos aspectos y otros semejantes , uno llega a dudar de que haya otro heroísmo que el heroísmo de la debilidad. Y, en todo caso, ¿qué especie de heroísmo podría ser más de nuestro tiempo que éste?”.