Dedicado a Andrés Camilo Ortiz y todos aquellos que han sufrido la brutalidad policial
"Y murió a contramano, entorpeciendo el tránsito" Chico Buarque
En mi barrio nunca pasa nada.
Pareciera que el tiempo transcurre en un ir y venir de buses, carros y luces.
Es un lugar callado, adormecido por el sonido de las llantas que corren el
pavimento a una velocidad tortuga. Las tiendas abren a la misma hora, los
rostros mutan y envejecen con el paso del tiempo. Todo es tan común, tan
cotidiano y tan somnoliento.
Pero siempre existen eventos que
destrozan ese manto. Hace un par de días un policía mató a un hombre de 18 años
por intentar entrar al sistema de transporte de la ciudad. El agente se percató
del acto y lo persiguió. El joven salió a correr y se perdió en medio de esas
calles regulares y tranquilas, rodeado del tráfico que se posa como una
fotografía de la rutina. Él corrió, superó en fuerza y velocidad al policía, y
en ese enfrentamiento lo superó con creces. Pero el día no estaba para
convertirse en el retrato patético de un fofo agente de la policía.
Ante su impotencia, utilizó toda
su capacidad mental para fraguar un plan repentino. Detuvo un taxi y atrapado
en un cliché hollywoodense, le pidió al conductor seguir a ese pelado flacucho,
que se le escapaba en el retrato estéril de las calles de mi barrio. Lo
alcanzó, se bajó del carro y sacó su revolver. Ninguno de los que habitamos
este lugar pudimos escucharlo o ayudarlo; nuestras vidas pasaron con
indiferencia sus miradas ante el último suspiro de este duelo. La pólvora salió
disparada, y un joven de 18 años, estudiante de contaduría de la Universidad
Nacional se desplomó en el piso, donde muchos de nosotros damos los primeros
pasos para ir por nuestras vidas, en estas calles que lo callan todo; en estos
lugares que estructuran nuestra rutina.
Hoy llegaba a casa del trabajo.
El tráfico estaba mucho más lento que de costumbre. La policía acompañaba a
unos jóvenes que frenaron los deseos de muchos para llegar temprano a sus
casas, aquellos que desde los vehículos maldecían e insultaban a un grupo de
personas que lloraban a alguien que podría ser hijo, hermano o sobrino de los
afanados que no son capaces de sacrificar unos minutos de su apreciada droga
rutinaria.
Improvisaron un altar cerca de la
entrada del sistema. Cantaron arengas contra el Estado, contra la policía,
contra la indiferencia, contra la crueldad de la vida, que muchos no alcanzamos
a entender. ¿Y nosotros que pensábamos en ese momento? Nuestras vidas son un
murmullo ante el incansable sonido del tráfico, las crudas cifras económicas de
sostenibilidad de la ciudad y el corrupto sistema judicial. Ojalá los culpables
paguen y que la memoria de Andrés Camilo Ortiz no se pierda en este laberinto
de concreto. Ojalá la justicia entienda que una vida humana vale más que 2.300
pesos. Algún día nuestra Colombia dejará de ser tan cruel.
En ese momento me agobió la tristeza al pensar
que aquel podría ser mi hermano o mi amigo de la infancia. Suspiré y aplaudí a
los congregantes, mientras que descubría la fragilidad de la rutina y la
cotidianidad, en estos lugares como mi barrio donde todo pasa frente a nuestros
ojos, pero caminamos como asnos, quejándonos de todo y criticando a todo el
mundo porque, al parecer, en nuestro barrio nunca pasa nada.
Posdata: Pueden ver algunas manifestaciones en redes sociales sobre la congregación del 21 de junio de 2018.
Estudiantes de la Universidad Nacional rechazan el asesinato de Andrés Camilo Ortiz, joven que presuntamente habría intentado colarse en una estación de Transmilenio. Al parecer, sería un policía quien disparó su arma luego de perseguirlo @NoticiasCaracol pic.twitter.com/ykUqyVAQgg— Héctor Rojas (@HectorRojasT) 22 de junio de 2018
Aún con el dolor que embarga a la famila de Andrés Camilo Ortiz.— Andres F. Salazar (@AndresSalazarUN) 22 de junio de 2018
Hoy vieron que no están solos, que somos muchos acompañándolos y exigiendo justicia.
Hermoso homenaje el de la #ComunidadUN el día de hoy.@UNColombia siempre más grande que las adversidades.
Que orgullo #VivaLaUN pic.twitter.com/XXjTjbgn8C
En un país decente, los estudiantes tienen transporte público gratuito o al menos subsidiado. En Bogotá no solo no existe eso sino que la policía asesina a quien se cola en Transmilenio. No a la impunidad en la muerte de Andrés Camilo Ortiz, quien era estudiante de la #unal.— Leonardo León 🥑 (@ingcritica) 20 de junio de 2018
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